Virginia Woolf: escribir para existir. Orgullo, deseo y la conquista de un cuarto propio.

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Cada noviembre, las calles argentinas se llenan de color, de banderas y de cuerpos que celebran el orgullo de ser y sentir en libertad. Pero el orgullo también se escribe. Y pocas escritoras lo encarnaron con tanta lucidez como Virginia Woolf, quien, a comienzos del siglo XX, se atrevió a imaginar lo impensable: que una mujer pudiera tener una habitación propia.

Hoy vivimos en una sociedad que avanza, no sin tropiezos, hacia una inclusión más justa de aquellos colectivos históricamente marginados. Aún falta mucho camino por recorrer, pero cada paso cuenta. En tiempos en donde el conservadurismo está ganando cada vez más espacios y de esta manera dejando entrar discursos, ideas y discusiones que creíamos saldadas, reconocer los logros conquistados y recordar a quienes se animaron a desafiar las normas es una forma de defender esa libertad ganada con tanto esfuerzo. 

Entre esas voces estuvo Virginia Woolf, figura esencial de la vanguardia literaria y del pensamiento feminista. Nacida en Londres en 1882, eligió el camino de la escritura, la reflexión y el amor libre en un mundo que destinaba a las mujeres al matrimonio y el silencio. Su vida, atravesada por el dolor, la inestabilidad mental y las pérdidas, también estuvo marcada por una profunda pasión por las ideas, la belleza y el derecho a decir “yo” en un tiempo que no se lo concedía.

En Una habitación propia (1929), Woolf formuló una de las discusiones más potentes del feminismo moderno: para que una mujer pueda escribir, necesita independencia económica y un espacio propio, tanto físico como simbólico. Ese “cuarto” no es solo un refugio con una puerta que se pueda cerrar, sino la posibilidad de existir fuera del mandato, de crear sin permiso, de sentir sin miedo.

Lo que a menudo se deja de lado es que Woolf también vivió su deseo con autenticidad. Su historia amorosa con la poeta Vita Sackville-West desafió los límites de su época y dio origen a una de sus obras más singulares: Orlando. En esta novela, Woolf despliega un juego poético entre los géneros, el tiempo y la identidad, explorando con naturalidad temas como la transexualidad y el amor entre personas del mismo sexo. 

Hablar de Virginia Woolf en el mes del Pride es reconocer que las luchas por la libertad sexual y por la igualdad de género nacen de una misma necesidad: la de ser dueños y dueñas de nuestras propias historias.

Casi un siglo después, Una habitación propia sigue siendo una lectura imprescindible para pensar el lugar de las mujeres y las disidencias en la cultura, la academia y la vida cotidiana. Leer a Woolf hoy también es un acto de orgullo: orgullo de pensar, de sentir, de escribir, de existir.

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