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Las posibilidades de la escritura
Con la lectura profunda y la escritura atenta de María Paulinelli cerramos este mes de noviembre. En esta ocasión, nos adentramos en Punto atrás, de Paula Wajsman, obra perteneciente a la colección Narradoras Argentinas.
Eduvim edita, por primera vez, este texto: Punto atrás. Un ajuste de cuentas con la memoria, podríamos decir. Paula Wajsman, lo escribió en esos últimos días, cuando la enfermedad la celaba y la conducía a esa desaparición y vacío que es la muerte. No se publicó hasta ahora. Por eso, digo, un ajuste con la memoria en la presencia viva que es un libro.
Pero también, aparte del reconocimiento que significa la edición, el texto nos sacude, nos interpela, nos provoca en las múltiples significaciones que adquiere la escritura y que horada, perfora, rompe, muestra, las infinitas posibilidades que adquieren las palabras cuando se convierten en el sostén material de todo libro… posibilidades que se amplían en la singular virtualidad de la lectura. Y entonces, me digo, ¿cómo abarcar ese increíble territorio que delimitan los enunciados, atemperados por la voracidad significante de las múltiples enunciaciones desplegadas? Comenzamos por las consideraciones del libro como objeto. Consideraciones que resultan prolijas y adecuadas como todas las ediciones de Eduvim.
Punto atrás, es el título con que Paula decidió nombrar a su novela que es un mundo posible, invadido en esa subjetividad que la define, pero mechada con las referencias a ese mundo real que avizoramos y que no puede transformarse por ese punto atrás que lo define. “Despierta poco a poco, escuchando: -ahora se vuelve atrás; la aguja entra en el mismo lugar de donde salió la puntada anterior… avanza por debajo, y se saca… aaaacá: un poco más adelante. Todos parejitos; un paso por encima el punto atrás, y dos por abajo los que avanzan.” De ahí, la metáfora que nos recibe desde ese título que se explicita: “La costura queda más sólida que cosida a máquina…” ¿Metáfora de que solo la condición humana puede definir la consistencia significante de ese mundo?
La tapa muestra esa multiplicidad posible, en los seis rectángulos de diversos colores, uno de ellos con al rostro de la autora. Lo real, mezclado con la presencia de Paula. Multiplicidad que encandila, pero al mismo tiempo, referencia. La contratapa explica el objetivo de la Colección Narradoras Argentinas. “…intenta mostrar la fecunda diversidad de voces, posturas y estéticas de las escritoras del país”. Un fragmento del Prólogo, lo completa. La primera solapa, resume los datos biográficos de Paula Wajsman. La segunda solapa, consigna el nombre de quienes dirigen la colección en que se incluye el libro.
El texto se abre con dos tipos de epígrafes. Los primeros, referencian la voz de Paula y sus agradecimientos afectivos. A sus padres, a su pareja –Osvaldo Lamborghini– y “a Pedro Wajsman y a todos los que me beneficiaron con valiosas sugerencias”. Los segundos epígrafes, son transcripciones de escritores. Marcel Proust, con la referencia a la memoria y su ineludible presencia en la escritura. El otro, de Osvaldo Lamborghini, señala la alteración de los tiempos que logran los recuerdos.
Un Prólogo, de Susana Rodríguez –académica de la Universidad Nacional de Salta–, resulta imprescindible en un primer acercamiento a la autora, datos biográficos, producción literaria, la pertenencia a una generación… Propuestas que se proponen “recorrer un camino de escrituras, para entregar a los lectores este prefacio que, espero, haga justicia a la escritora.”
Y entonces… nos convertimos en lectores. El texto se organiza en cuarenta capítulos numerados. Algunos de ellos se ordenan en fragmentos. Otros, no.
Distintos cambios de letra, denotan las transcripciones de algunos textos incluidos. Se ratifica así, desde el diseño esa concepción de tejido de texto, como podemos definirlo. Algunos son de la Mujer, como Vida mía, además de digresiones sobre distintos temas. Otros, son textos de distintos autores como Naranjo en flor que contextualizan. También, podemos ver la importancia que Paula confiere a las palabras. Así intercala no solo digresiones sobre los idiomas sino que algunos protagonistas, como el Yugoeslavo, emplea distintas palabras, que se escriben en cursiva. Asimismo, resulta curioso, la inclusión de números que le permite explicar la irreversibilidad del tiempo. Así dice: “El tiempo es irreversible, lo demás es ritual de esperanza.” Un minucioso trabajo que ratifica el sentido de escritura/costura. Una urdimbre de elaboración estética pero también, de significaciones posibles.
Un narrador en tercera persona ausculta el mundo posible que es el texto, y lo enuncia desde esa multiplicidad que lo define. Una multiplicidad que se revierte en los distintos protagonismos que adquieren los personajes: La Mujer, la familia de Hortensia –la empleada– con el esposo –apodado el Yugoeslavo– y sus dos hijas, Flora y la Polaquita. Otros protagonistas son fugaces, -–migas, exparejas, rostros no identificados– que pertenecen a un pasado enquistado en la memoria. Los hechos relatados, consignan los días de Flavia, la Mujer, o la Señora. Su nombre solo aparece en dos capítulos… como si se quisiera que la condición genérica –mujer–, la definiera. Pero esos hechos, devienen de su protagonismo. Un protagonismo que explicita la problemática. ¿Cómo fueron los años de esa generación de los 70 que se esboza desde la memoria? Para eso, para poder urdir la complejidad de ese momento –no resuelto todavía– importa esa imagen de texto como tejido. Tejido donde confluyen distintos tipos de discurso. Así, los acontecimientos cotidianos jalonan el relato. Una vida donde asoma las particularidades de esa Mujer, con una familia que se adosa. Interesa entender las singularidades de cada uno, donde se explicitan las potenciales maneras de existencia. La cercanía de la muerte, las imposibilidades de la vejez se extienden y contraponen con el protagonismo de los otros, en espacial en su condición de clase social –Hortensia, su marido, las hijas– con las identidades diferentes. Asimismo, aparecen los recuerdos. La memoria de la Mujer o la Señora que vuelve una y otra vez, y que refiere minucias de un tiempo ya pasado. Un pasado que no termina de definirse, de aclararse, de mostrarse. La nitidez, se escabulle, se diluye. Evita la transparencia de lo vivido. Superposición de pasados que remedan un incompleto fresco de figuras desvaídas. Pero también, los sueños, buscan completar ese mural de recuerdos. Los sueños que remedan lo sucedido en distintos tiempos. Esos sueños que se cargan de la inmediatez pero también, de lo fantástico, de lo posible en la imaginación de suceder. De ahí que a veces, se trasladan a lo rutinario y real de lo existente y entroncan cierto surrealismo que completa esas grietas del mundo posible construido.
Porque eso, intenta hacer ese narrador que persigue, la comprensión de un tiempo ya pasado. Ese tiempo de desapariciones, de tristezas, pero también, de la juventud que, hacía posible, distintas utopías. Eso es en definitiva, Punto atrás. Una mirada que se enquista desde un supuesto presente, a un pasado que se ausculta, se persigue, se diseña desde todas las posibilidades del lenguaje… intentando explicar lo inexplicable. Por eso, es que la costura, cierra en ese punto, lo vivido. Paradojas.
Paradojas de ese tiempo que permanece en la memoria… con mil rostros… irresuelto, incomprensible. Un momento de la Historia que está siempre presente. En lo posible, para unos. En lo difícil y terrible, para otros. Para todos, un tiempo inolvidable.
Una lectura necesaria. Quizás indispensable.
Hasta más vernos.
María
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